Hoy no hablamos de uno, sino de dos juegos.
La colección Iron Rails proponen juegos económicos con trenes de por medio que funcionan estupendamente y se disfrutan en una hora.
Diseñador/a: | Tom Russell |
Ilustrador/a: | Ian O’Toole |
Editorial: | Capstone Games |
Idioma: | Inglés |
Número de jugadores: | 3-5 |
Duración: | 60 min |
Edad mínima recomendada: | 12+ |
Diseñador/a: | John Bohrer |
Ilustrador/a: | Ian O’Toole |
Editorial: | Capstone Games |
Idioma: | Inglés |
Número de jugadores: | 3-5 |
Duración: | 60 min |
Edad mínima recomendada: | +12 |
¿DE QUÉ VA?
En la colección Iron Rails encontramos juegos cuyo nexo no son solo las locomotoras, sino que en los dos títulos publicados encontramos un importante peso en las participaciones de las empresas y la economía.
Aun así, mecánicamente veremos que los dos juegos se aproximan de una forma distinta a esta gestión de los beneficios y los dividendos, pudiendo convivir en una ludoteca y no necesariamente tener que elegir entre uno u otro. Por si esto fuera poco, la tercera entrega estará ambientada en la península ibérica, algo que nos toca muy de cerca y que mantendrá los dos elementos comunes ya mencionados.
¿CÓMO SE JUEGA?
En ambos juegos tendremos que trazar recorridos con distintas compañías de trenes y generar beneficios ya que, tanto en Irish Gauge como en Ride the Rails el dinero al final de la partida determinará el ganador.
Además de hacer vías y ganar dinero, en ambos juegos encontraremos participaciones para las distintas compañías, por lo que no solo deberemos comprar acciones para poder llevarnos unas libras, sino también para poder crear el recorrido de las empresas en cuestión.
En cuanto a la duración ambos juegos están contenidos en una hora aproximadamente. Mientras que Irish Gauge no tiene un número predeterminado de rondas, en Ride the Rails toda la partida se desarrrollará en seis rondas de creciente grado de libertad.
En Irish Gauge el juego comienza con una puja inicial de las acciones de las cinco empresas. Esta puja inicial determina parte de como se desarrollará la partida, aunque durante la misma seguirán habiendo venta de participaciones. Por el contrario, en Ride the Rails los jugadores simplemente elegirán qué participación querrán coger de las seis empresas distintas, eliminando así el componente de puja.
Durante cada turno, en Irish Gauge los jugadores pueden crear tramos nuevos para los recorridos de cuyas empresas tengan participaciones, con intención de conectar pueblos y ciudades. De forma alternativa, pueden llevarse a cabo ventas de participaciones cuyo valor es creciente y generará una nueva subasta, o repartir dividendos, la acción más importante del juego. Cuando algún jugador elija repartir dividendos todas las compañías generarán beneficios en base a los tres cubos robados al azar de la bolsa opaca. De esta manera, las ciudades que no coincidan con los colores sacados de la bolsa no generarán beneficios. Esto genera un elemento de valoración de riesgos, pudiendo elegir pasar por ciudades de varios colores para asegurar ganar algo en cada repartición, o apostarlo todo a uno color.
En Ride the Rails las rondas siguen un formato establecido y va, nunca mejor dicho, sobre railes. Los jugadores obtendrán una participación a su elección de entre las seis compañías existentes. A diferencia de Irish Gauge, los jugadores podrán interactuar con las distintas empresas de forma paulatina, de modo que algunos colores solo podrán usarse en las últimas rondas. Esto hace que podamos generar beneficios a corto plazo o pensar en adquirir acciones de empresas que, aunque aún no podamos gestionar, entren en juego cuando las rutas del tablero ya se hayan establecido. En Ride the Rails, además, los beneficios no se generan por repartir dividendos, sino que el juego nos otorga dinero por transportar pasajeros. En la parte final de la ronda los jugadores mueven un pasajero e intentan trazar el camino ininterrumpido más largo. Por el camino ganarán puntos por las empresas de las que posean acciones, pero podrán utilizar conexiones de empresas a las que no pertenezcan para poder seguir su camino y obtener más beneficios.
La partida termina de una forma muy distinta en ambos juegos. Mientras que en Irish Gauge el juego acaba cuando se vacía la bolsa, haciendo que algunos jugadores puedan estar interesados en cerrar la partida antes de que sus rivales establezcan más y mejores conexiones entre ciudades, en Ride the Rails el final se conoce desde el principio. De cara a puntuar, en Ride the Rails los beneficios se irán viendo durante la partida y, aunque la cantidad de dinero es creciente en cada ronda que avanza, los marcadores de puntuación permiten conocer la situación aproximada de la partida. En Irish Gauge, además del dinero metálico, cada jugador sumará el valor de sus participaciones para determinar el ganador.
¿QUÉ ME PARECE?
Iron Rails es una colección que no pretende agrupar juegos comparables, pero que nos sirven de excusa para hablar de los dos primeros títulos mientras se cocina Iberian Gauge, el tercero de la colección. De los dos primeros lo que les une, a demás de los pinceles de O’Toole, es la temática económica de trenes en el que las participaciones tienen su peso y se pueden disfrutar en una hora de duración.
Está claro que Capstone ha sabido cuidar la estética para ofrecer juegos sobrios, algo que comparten con Age of Steam a nivel de diseño, también de Ian O’Toole, con colores planos pero bien elegidos, haciendo que tengan un toque retro pero pulido que los hace atractivos a la vista.
En cuanto a reglas, ambos juegos cuentan con una página a doble cara en la que todo viene explicado. Son juegos accesibles, aunque como podéis imaginar, por su propio componente económico, requieren de cierta noción por parte de los jugadores para que el mercado y sus valores se regulen de una forma adecuada. En este sentido ambos juegos son grupo dependientes y, especialmente en Irish Gauge, las primeras partidas pueden ser resbaladizas. Esta pega, propia de la categoría de juego, se amortigua con facilidad por la sencillez de reglas y la duración, haciendo que la primera partida, aunque pueda ser confusa, no deje un mal sabor de boca.
En cuanto a sensaciones, ambos juegos son muy distintos y es que fuera de los elementos comunes, ambos títulos ofrecen mecánicas distintas y experiencias diferentes. Por una parte, Irish Gauge ha sido para mí una experiencia más grupo dependiente pero más elegante, mientras que Ride the Rails puede ser más directa y divertida, pero algo menos rodada por el trazo de rutas.
Mientras que en Irish Gauge el inicio de partida es más determinista, algo que por suerte se intuye de forma transparente con la venta de acciones iniciales, en Ride the Rails la experiencia está más pautada, con pocas rondas y pasos predeterminados. Por si esto fuera poco, Ride the Rails permite nuevos mapas, de los cuales ya encontramos dos en la expansión Francia/Alemania que tienen ligeros cambios de normas pero manteniendo la esencia de forma cristalina.
Ambos juegos ofrecen libertad a los jugadores, para bien y para mal. Un paso en falto puede estropear unas cuantas libras y, como os podéis imaginar, molesta el doble cuando compartes acciones con otro jugador que no hace lo que debería. En este sentido, es algo común al estilo de juego y más que una queja es una experiencia que se nutre de la sobremesa, del metajuego, de comer orejas y de las alianzas no vinculantes. Todo esto sería tedioso si no fuera porque en ambos juegos tenemos tres o cuatro acciones únicamente, algo que permite ver los engranajes de lo que sucede en todo momento.
En Irish Gauge encontramos un título que para mí me ofrece más tensión. No solo las subastas son algo impredecible sino que robar de la bolsa de dividendos le otorga a este juego una gestión de riesgo que no pretende ser fina, pero aporta lo suficiente para que no podamos sentir que jugamos sobre seguro. Y es que la bolsa opaca tiene más información de la que podría imaginarse, pero en una primera partida no es necesario que todos los jugadores presten una atención plena. De esta manera, en una segunda partida los menos habituados a juegos económicos y cálculos de probabilidad le verán las tripas al interés que tiene añadir cubos a pueblos para arriesgar más pero potencialmente ganar más ingresos, o quitar así cubos de colores que le interesen al rival.
En Ride the Rails la sensación de crecimiento es más palpable, haciendo que temáticamente sintamos la expansión de la red ferroviaria americana con fases de ingresos cada vez mayores. El formato de turno, más encorsetado, no se siente falto de decisiones ya que la adquisición de acciones y el orden de turno, contrario a la cantidad de dinero de los jugadores, hace que las alianzas se adecúen a los intereses personales en cada ronda. Lo interesante de Ride the Rails no es solo que las rutas crezcan y los ingresos también, sino que las propias líneas disponibles aumentan, haciendo que la envergadura de las decisiones así se sienta. Todo ello no tendría tanto mérito si no lo contenemos en sesenta minutos y con reglas tan escuetas como comentábamos antes.
En definitiva, y teniendo en cuenta que quisiera valorar la colección, me parece que los dos primeros títulos de Iron Rails, de la editorial Capstone tienen elementos que le dan valor a ambos juegos y que merecen la pena. Desde el punto de vista de un completista, valoro especialmente iniciar una saga que sepa que, al menos por el momento, va a mantener la calidad. Tanto en Irish Gauge como en Ride the Rails tienes juegos notables, no especialmente originales, pero sólidos, interactivos y representativos de una categoría que, sin ser de nicho, viene bien tenerla representada a nivel casi familiar. Dos títulos distintos, que solo se solapan en la esencia, y que acercan a los menos asiduos a los juegos de mesa al arte de trazar vías y comprar participaciones de compañías ferroviarias.
Este juego ha sido cedido por Jugamos Una para poder redactar la reseña así como tomar las fotos. Gracias por el detalle.
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Meeple sano in corpore sano.
Doctor Meeple es el alter ego de Sergi, médico de día y jugón a tiempo completo. En esta afición he encontrado un espacio en el que recrearme haciendo fotografías de detalle y evadirme moviendo cubos, algo que pretendo plasmar en cada una de las entradas que encontraréis aquí y en otras redes. ¡Nos vemos por las mesas!